lunes, 10 de octubre de 2011
10: Restauración y Fin de la Monarquía
El 29 de diciembre de 1874, en las cercanías de Sagunto (Valencia), el general Martínez Campos, ante una brigada del Ejército, proclamó rey de España al príncipe Alfonso de Borbón. Al éxito del golpe contribuyó la aceptación pasiva por parte de la gran mayoría del Ejército y el escaso apoyo civil que encontró el gobierno presidido por Sagasta.
La restauración de los Borbones en el trono de España iniciaba una nueva época, etapa que, aun con más luces que sombras, constituye el sistema más estable y duradero de la historia contemporánea de España. Alfonso XII gobierna entre 1874 y 1885; entre esta fecha y 1902, le sigue la regencia de María Cristina de Austria. Alfonso XIII, hijo de ambos, reinará entre 1902 y 1931, cuando finaliza el periodo con la proclamación de la II República.
La Restauración tuvo a su principal figura en Cánovas del Castillo. Excelente orador, su objetivo fue crear un gobierno parlamentario estable en España. Su ideal era el sistema bipartidista inglés, por lo que, en adelante, los conservadores de Cánovas y los liberales de Sagasta se turnarán en el poder. De esta forma, una mayoría gobernará tanto tiempo como le sea posible, cediendo después el puesto a su rival.
El sistema liberal propio de la Restauración hubo de enfrentarse a graves enemigos, tanto internos como externos. Entre los primeros, su propia dinámica de pactos falseaba la utilidad de las elecciones, pues el voto estaba controlado por los caciques, con lo que el sistema parlamentario era pura fachada. El cada vez más corrupto y desacreditado sistema engendró antipatía entre las masas de la gente. La respuesta fue la orientación masiva hacia movimientos políticos radicales, como el separatismo, el socialismo o el anarquismo.
Especialmente reivindicativo fue el movimiento proletario. Las duras jornadas de trabajo de campesinos y obreros, con jornadas de hasta 14 horas y salarios de miseria, favorecen el surgimiento del movimiento obrero español. La agitación social alcanzó su punto culminante en 1919. Las huelgas se sucedieron, siendo cada vez más radicales y violentas. Frente a esta violencia, la patronal reaccionó creando su propio pistolerismo. El resultado fue catastrófico, radicalizando aun más el conflicto...
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