Es inevitable preocuparse por un fenómeno como el consumo de drogas que está presente en nuestra sociedad y que puede entrar en las vidas de nuestros hijos e hijas precisamente cuando buscan con mayor ímpetu ser autónomos. Pero las drogas no pueden ser motivo de angustia, sino de atención.
Nuestros hijos e hijas no tienen por qué probarlas necesariamente y, si lo hacen, tampoco es inevitable que acaben dependiendo de ellas. En gran medida, los recursos personales que hayan desarrollado en su formación son su mejor seguro para protegerse de esas llamadas al consumo, y en eso los padres y madres tenemos mucho que aportar.
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